No me chilles que no te veo (leo)

 

No me chilles que no te veo. Alguno de vosotros recordará esta antigua película en la que los dos protagonistas, Richard Pryor y Gene Wilder, interpretan a dos hombres, Will y Dave, uno sordo y otro ciego, que tratan de demostrar su inocencia al ser  acusados de homicidio. En realidad, la película gira en torno a lo complejo de la comunicación entre ambos (génesis de la absurda parodia), teniendo en cuenta sus respectivas circunstancias. Pensemos ahora en cómo nos sentimos cuando recibimos alguna comunicación, una notificación de la administración (su Ayuntamiento, la Seguridad Social, Xunta, etc) o cuando leemos un documento administrativo. Exactamente igual.

No lo digo yo, es una evidencia. En el año 2021 el estudio realizado por una consultora experta en la materia analizaba 760 textos y documentos administrativos procedentes de 14 ministerios, 12 comunidades autónomas, 11 ayuntamientos, 6 universidades y 4 organismos estatales. El resultado fue demoledor. Un 78 por ciento de los textos administrativos no son claros, y el 97 por ciento de los formularios para la solicitud de ayudas, becas y subvenciones, algunos especialmente dolorosos por la condición de personas vulnerables en sus destinatarios, como el Ingreso Mínimo Vital resultan en su mayoría incomprensibles y rebuscados para el ciudadano, porque están escritos en lenguaje poco claro.

A la inversa la pregunta sería ¿Qué es lenguaje claro? Según la Federación Internacional de Lenguaje Claro, una comunicación está en lenguaje claro “si la lengua, la estructura y el diseño son tan claros que el público al que está destinada puede encontrar fácilmente lo que necesita, comprende lo que encuentra y usa esa información”. Es decir, leemos el documento, entendemos lo que dice y sabemos qué hacer, si es que hay que hacer algo. No olvidemos que las comunicaciones de la administración en muchos casos recogen instrucciones, deberes y otras obligaciones de hacer (por ejemplo, pagar) de los que se derivan derechos o, en caso de no hacer, la pérdida de dichos derechos. La pérdida o el ejercicio de mis derechos no puede ser la consecuencia de una mala comunicación.

“Resultando que, considerando que…” son solo dos de los latiguillos habituales que podemos encontrar en los documentos administrativos, escritos en un lenguaje decimonónico, plagados de términos demasiado técnicos, con una sintaxis compleja, párrafos extensos (casi interminables), que directamente incumplen su función: llegar a su destinatario y que éste sepa qué hacer al respecto. Tarea titánica en muchos casos. Todo lo contrario a las premisas de la comunicación, que debe ser clara y sencilla.

¿Cómo lo hacemos? Hay que pensar en los destinatarios y hacerlo fácil. Simplificar el lenguaje, reducir los extensos párrafos (en el mundo de los 140 caracteres, no tienen sentido), traducir los textos escritos en “administrativo”. No nos equivoquemos. No se trata de sustituir los términos legales que exige el procedimiento por emoticonos (a más de uno se le ocurriría), sino de revisarlo con una perspectiva ciudadana. Es lo que se conoce como el derecho a entender. Todo lo contrario nos lleva a una grave situación de desigualdad, pues según nuestro grado de conocimiento o la capacidad para contratar a alguien que nos haga la gestión, estaremos claramente indefensos frente a la administración.

Las administraciones públicas son cada vez más conscientes de esta realidad y ya se han puesto en marcha numerosas iniciativas por distintas administraciones. No son suficientes. Y aún hay otra dimensión. La dificultad de “entender” la administración on line, la administración electrónica. Páginas web muy complejas, hiperpobladas de información (no siempre útil), donde sólo recurriendo a las más expertas técnicas para encontrar a “Wally” puedes realizar el trámite correspondiente, después de perder horas y horas para localizar un simple enlace.

El derecho a entender debe preocupar y ocupar a todas las AAPP. Hay que comunicar pensando en los destinatarios de la información, partiendo del conocimiento que una persona media tiene sobre la administración y su funcionamiento. Los procedimientos de la administración son infinitos, cambio de padrón, licencia de obras, pago de un impuesto, solicitud de becas, y otros mucho más complejos, como sentencias y notificaciones judiciales. Pero el fin de la comunicación debe ser siempre el mismo, que la persona a la que nos dirigimos entienda qué le quieren decir, y que sepa qué tiene que hacer al respecto, y que no se sienta como uno de los protagonistas de la película. No me chilles que no te leo….

NOTA: Esta entrada ha sido publicada como artículo de opinión en el Diario de Pontevedra, de fecha 11 de agosto de 2022