La trampa social de la corrupción

¿Es usted corrupto? Seguro que inmediatamente se ha respondido que no. Sin embargo, es posible que sí que piense que hay mucha corrupción en España, políticos, funcionarios, empresarios, el ecosistema habitual cuando se piensa en corruptos. Así lo demuestra el último Eurobarómetro de la Corrupción 2022, de la Comisión Europea.  Según este análisis hasta un 68% de la población europea cree que la corrupción está aún generalizada en su país. En España no es diferente, en nuestro país la cifra sube hasta el 89%. Si analizamos la evolución en los últimos años, hasta un 41% de los europeos cree que la corrupción ha aumentado en los últimos tres años, también aquí ganamos en la percepción,  un 48% de los españoles.

Con IVA o sin IVA, qué hay de lo mío, … son claros ejemplos de lo que se conoce como  “factor de falseo”. Este fenómeno nos afecta mucho más de lo que creemos, y su efecto conduce a que personas que tienen una percepción de sí mismas como honradas, se aprovechen al tiempo de las ventajas de ser deshonestos,  mediante la realización de pequeños actos deshonestos, partiendo de la premisa del autoconvencimiento de que “no es para tanto” o “todo el mundo lo hace”, como demuestran los datos de las sucesivas encuestas a la ciudadanía.

Esta percepción es un grave peligro, pues conduce a que la gente considere normal el incumplimiento de las normas, lo que, implícitamente, hace que se sientan legitimadas para buscar los beneficios de ese incumplimiento para sí mismos. Es lo que se conoce como la “trampa social de la corrupción”. Un ejemplo. En el año 2021 Transparencia Internacional llevaba a cabo su Barómetro Global de la Corrupción, en el que analizaba, entre otras cuestiones el uso de conexiones personales al acceder a los servicios públicos. En España, aunque solo un 2% admite haber pagado sobornos para la obtención de algún servicio público en los últimos 12 meses, resulta preocupante que un 40% admite haber utilizado relaciones personales para acceder a servicios públicos (una cita médica, una gestión en el ayuntamiento) y eso son solo los que lo admiten. En este caso, usar el privilegio que nos da tener un conocido en determinado puesto no nos parece mal, pero pensemos, si accedemos antes al servicio público gracias a nuestras conexiones, habrá otra persona que se verá desplazada en su derechos, estaremos usando nuestra influencia para un beneficio propio. No pasa nada, si total todos lo hacen.

 

Es fácil ver la paja en el ojo ajeno. Según el Eurobarómetro, las instituciones públicas nacionales son las que se consideran las más corruptas, el 74% de los encuestados cree que cada vez más la corrupción está generalizada, en España subimos nuevamente el porcentaje, hasta el 85%. Le siguen los partidos políticos, un 58% para los europeos y un 83% para los españoles, una cifra muy dolorosa teniendo en cuenta el relevante papel de los partidos para garantizar una democracia de calidad. En el caso de los políticos locales, regionales y nacionales, un 55% de europeos y un 67% de españoles.  Es un problema el conjunto de la sociedad, hasta un 24% de los encuestados europeos considera que la corrupción le afecta en la vida diaria, mientras que en España esta cifra casi se duplica alcanzando un 46%, pero seguro que ninguno de ellos considera que pueda hacer nada al respecto, es un problema de los políticos. Pero los políticos no son extraterrestres, son personas como usted y como yo, de cualquier profesión y extracción social. No es un problema de políticos y partidos, es un problema de toda la sociedad.

¿Qué hacer al respecto?  No parece que las estrategias adoptadas hasta el momento para luchar contra la corrupción hayan tenido mucho éxito. Está claro que las leyes no son suficientes y la existencia y creación de órganos de control tampoco. Hay factores instrumentales que pueden y deben ayudar.  La mejora de la transparencia, una mayor rendición de cuentas y la exigencia ciudadana, un control social efectivo serían parte de ellas. Iniciativas como la reciente creación de la Cátedra de Buen Gobierno Local, fruto de la colaboración entre la Universidad de Vigo y la Xunta de Galicia ayudarán. Es necesario un cambio cultural. Cada uno debe hacer su parte y ser conscientes de que la corrupción, y eso implica también las pequeñas corruptelas, es un problema que nos afecta a todos, en especial a las personas más vulnerables. En un contexto de necesidad social, la economía sumergida, el fraude fiscal y otras irregularidades individuales producen un grave perjuicio colectivo.  Frente al no pasa nada, seamos conscientes de que cada uno debe asumir su responsabilidad, no es cosa de los políticos, es cosa de todos.

 

NOTA: Esta entrada ha sido publicada originalmente en el Diario de Pontevedra, edición de fecha 31 de julio de 2022