La reforma de la Administración parece ser una versión de la famosa película de Harold Ramis, «El día de la marmota», protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowell, como una letanía que no cesa, y que se debate entre las personas que asumen que se trata de una necesidad en un entorno cada vez más cambiante y que exige que el servicio púbico se adapte a las nuevas realidades (como proponíamos aquí), algunos por propia iniciativa y otros porque no queda más remedio y otros que se resisten a ese cambio, bajo lemas como «esto siempre se ha hecho así», o «ya me jubilaré» (sobre cómo afrontar la gestión del cambio, puedes leer más en «La teoría de las tres «P» en la gestión del cambio«). De hecho, la irrupción de la Inteligencia Artificial está polarizando todavía más ambas posiciones.
Por ello, siguiendo con el símil cinematográfico, si Neo hubiera trabajado en la Administración, este sería su dilema:
🔵 Píldora Azul
Los que escogen la píldora azul son aquellos que optan por mantenerse en la zona de confort, los del “siempre se ha hecho así” (o su derivada, «nunca se ha hecho así», resistiendo los cambios y pensando que la modernización es todo humo y palabrería, y que la tecnología es peor que la gestión tradicional. Si hablamos de automatización o de Inteligencia Artificial, sólo les preocupa si el algoritmo le va a quitar el trabajo y se resiste a formarse y a informarse.
🔴 Píldora Roja
En este caso, se trata de profesionales que saben que hay que enfrentarse a la realidad, asumir que la reforma es necesaria y aceptar que la transformación digital, la innovación y la eficiencia son los únicos caminos hacia una Administración más ágil, abierta y eficaz y que el deber de las personas al servicio de la administración deben moverse en esta dirección. No sólo reaccionando a los cambios, sino promoviendo su inserción en la gestión pública.
La reforma de la Administración NO debe ser ciencia ficción. Como decíamos aquí «esa modernización de la Administración que responda a las necesidades de la ciudadanía y la economía, exige abordar el proceso de forma transversal y centrada no sólo en el BOE y en la tecnología, sino en las personas, tanto en las que forman parte de la administración como en la sociedad en su conjunto. De lo contrario, tras la enésima reforma legal, nos encontraremos ante un nuevo ejercicio de gatopardismo que no nos podemos permitir».
Como señalamos en anteriores entradas, vivimos en un mundo conectado y el sector público sigue funcionando en silos, en compartimentos estancos, en ocasiones en el SXX, frecuentemente de espaldas a la realidad. Considerar que esta revolución es únicamente la transformación digital, con una visión basada exclusivamente en la utilización y el conocimiento de las tecnologías y herramientas digitales más sofisticadas, en la digitalización de los procesos, sería un error, pues al contrario, las nuevas tecnologías son la excusa, la coartada que origina esta revolución, que debe transformar la gestión pública, y acabar con los reinos de taifas, con las malas prácticas y las resistencias al cambio. Gestión del cambio, ésa es la verdadera clave de la transformación digital. Porque como decía A. Einstein «La mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a su tamaño original».
Inteligencia Artificial, simplificación administrativa, interoperabilidad y gobierno abierto son solo algunas de las herramientas que tenemos para construir una Administración que responda a los retos del siglo XXI. Como en Matrix, hay sistemas obsoletos que perpetúan ineficiencias, pero también un universo de posibilidades si nos atrevemos a romper los paradigmas y por muchas leyes, iniciativas, grupos y demás iniciativas de reforma que se impulsen (y ya van muchas), sólo se hará de la mano de la gestión de las personas.