Carta abierta al futuro Sr. Presidente: 3 reformas (inaplazables) de la Administración Pública

Si pudiera hablar con el próximo Presidente del Gobierno ¿qué 3 reformas de la Administración le propondrías? El 23 de julio se celebraban elecciones generales y al margen de debates sobre si habrá repetición de elecciones o no, o quién tiene posibilidades de ser elegido, el futuro Presidente debería tener entre sus prioridades abordar la reforma de la Administración. Llevamos muchos años hablando de las reformas, pero sólo eso hablando, nos hemos quedado en mero maquillaje sin entrar en cambios estructurales (Modernizar la Administración pública ¿otra vez?).

Por eso he querido tomar el pulso a las reformas que serían más imprescindibles, inaplazables para este mandato y he abierto un hilo en la red social twittter (@mccamposacunha) donde he recogido las aportaciones y comentarios de conocidos y desconocidos, en su mayoría empleados públicos. Aunque en realidad, yo ya tenía mis notas intentando concentrar en tres ejes las (numerosas) reformas necesarias y que han coincidido en gran medida ¿Cuáles serían esas reformas entonces? 

1.- La primera tiene un nombre bien sencillo, pero muy difícil de ejecutar: simplificación. Aunque llevamos muchos años hablando de simplificar cada día es más complejo realizar cualquier gestión con la administración. Parecía que la administración electrónica, y la tan traída y llevada «transformación digital» iba a ser la solución de todos los problemas, pero no lo ha sido. La falta de interoperabilidad, la complejidad y diversidad de plataformas, formas de acceso, el incumplimiento del principio «una sola vez». Simplificación de procedimientos, no pedir documentos innecesarios, utilizar un lenguaje claro y comprensible, en definitiva, simplificar la burocracia. Y, por supuesto, simplificación regulatoria, tenemos muchas y no muy buenas leyes. La Administración debería facilitar la vida, el acceso a los servicios, el cumplimiento de derechos y deberes a la ciudadanía y no complicarlo más. En vez de evolucionar, parece que, cual cangrejo, damos pasos atrás (vid aquí). Hacerlo fácil, sería la verdadera revolución administrativa. Y para ello es (muy) necesario abordar, sin más esperas ni procrastinación, la gestión del cambio en las organizaciones públicas (tal y como proponemos aquí y aquí)

2.- La segunda pasaría por la profesionalización de la función pública. No me entiendan mal no quiero decir que ahora no haya empleados públicos profesionales. Hablo básicamente de modificar el modelo de función pública, pasando de oposiciones meramente memorísticas en las que desconocemos las habilidades profesionales de los empleados, por un modelo combinado, en el que se valoren también las competencias profesionales. De atraer talento joven también a la Administración. Pero también de evaluar el desempeño de los que ya están, nada de sueldo Nescafé, tal y como analizamos aquí, porque el control sobre el resultado del trabajo cabo forma parte de las relaciones empleado-empleador, la gestión pública no debe ser diferente.  Y también profesionalizar la dirección pública, no puede ser que siga siendo una elección a la carta sin normas ni requisitos, porque ¿cuánto nos cuesta la inexistencia de un sistema de Dirección Pública Profesional? Demasiado, cualquier coste innecesario, superficial que deba asumir la hacienda pública por la ausencia de una dirección profesional es demasiado. La falta de profesionalización conlleva ineficiencias e ineficacias, servicios de baja calidad e instatisfacción por la ciudadanía, conduce hacia la falta de medición y evaluación, y, en consecuencia, hacia la ignorancia absoluta sobre si se está gestionando adecuadamente (o no). No hay duda de que nos cuesta demasiado (sobre este tema leer más aquí). 

3.- Y en tercer y último lugar, situar a las personas en el centro de las políticas públicas. Planificar y evaluar lo que hacemos, los presupuestos que se asigna y medir los resultados, garantizando la transparencia y la rendición de cuentas, siempre pensando en “para quién” lo hacemos. Una vez más, volvemos a la digitalización de la administración, máquinas que dificultan el acceso de las personas a sus derechos y a los servicios públicos, deberíamos hablar de humanismo digital como eje del proceso de transformación. Desde  la desaparición en su día de la Agencia de Evaluación de Políticas Públicas no hemos vuelto a impulsar de nuevo esta necesidad pública (no, la nueva Ley de evaluación no lo ha compensado). Mientras no impulsemos otra forma de trabajar seguiremos haciendo buenas las palabras de la famosa serie británica “Yes, Minister”, “En el gobierno mucha gente tiene el poder de impedir que pasen cosas pero casi nadie tiene el poder de hacer que pasen cosas. El sistema tiene el motor de una cortadora de césped y los frenos de un Rolls Royce”. Muy gráfico y aplicable al momento actual aunque la serie tenga ya más de 40 años.

Bonus Track. Una de las propuestas recurrentes en twitter ha sido la relativa a la justicia, el correcto funcionamiento de la justicia. No podemos seguir así, en un momento en el que parece que todo el mundo se centra en que el gran problema de la justicia es la renovación del Consejo General del Poder Judicial, se olvidan de que no es el único. El verdadero problema es el funcionamiento ágil, eficaz y ético de la justicia, uno de los pilares de cualquier Estado de Derecho, la justicia tardía (y en eso vamos bien servidos)  no es justicia. 

El siglo XXI ha llegado, pero la Administración no se ha enterado. El futuro Presidente del Gobierno debería encajar en la agenda del próximo mandato unas preguntas muy básicas sobre el modelo de Administración que tenemos: qué queremos hacer, cómo lo vamos a hacer, para quién lo vamos a hacer. Para ello, el eje del modelo organizativo y la necesidad de transformar la cultura, de cambiar el modelo de personas, de acceso, de provisión, de dirección, ha protagonizado una gran parte de las respuestas del hilo de twitter, que recomiendo leer aquí, por sus valiosas aportaciones. Entre los años 2021  y 2022 participé en el INAP en un proceso de propuestas de reformas, con reconocidos expertos, que culminaron en un Informe que recoge 13 propuestas que creo podrían servir cómo hoja de ruta. 

He dejado conscientemente fuera de las reformas territoriales, específicamente el mundo local, pues trasciende y mucho al objetivo de esta reflexión, pero no puedo dejar de apuntar la necesidad de garantizar los derechos de las personas, y de evitar la convivencia de ciudadanos de primera y de segunda, en función del lugar en el que residas, tal y como promovemos desde Red Localis. La base del principio de igualdad territorial.

NOTA: Para ampliar las reflexiones sobre esta materia recomiendo la lectura del documento 35 del Foro Económico de Galicia «La reforma que la Administración necesita. Propuestas para el siglo XXI»  y el Manifiesto por la mejora institucional, de la Fundación Hay Derecho, que he suscrito y cuyo lema no puede ser más acertado «Gobierne quien gobierne, que las instituciones funcionen bien». Por unas instituciones sólidas, transparentes e íntegras (ODS 16)