Vivimos tiempos de cambio. De vertiginoso cambio. Nadie puede negar que la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación ha introducido en nuestras vidas una variable de imposible predictibilidad. Y esa variable ha llegado también a la Administración y, por extensión, a los empleados públicos. En la era de Instagram, de Uber, Airbnb, Amazon, Alibaba y las redes sociales el mayor obstáculo para la transformación digital de la administración pública, siguen siendo las personas, pero no porque se opongan a la misma (que también, de todo hay) sino porque la propia administración en un ejercicio de irresponsabilidad no se está tomando en serio la gestión de recursos humanos y los aspectos organizativos como la columna vertebral del proceso.
Algunos datos para contextualizar. España es el undécimo país del mundo en tasa de robotización, área en la que la industria del automóvil es la punta de lanza. En los últimos 10 años hemos pasado de 26.000 robots a 34.000, y a pesar de que un 42% de los encuestados no sabe si ha interactuado con las tecnologías de la potenciadas por Inteligencia Artificial en el último año, un 71% afirma que no se sentiría cómo trabajando junto a un robot, quizás porque les preocupa que pueda llegar a sustituirle en su puesto de trabajo, al menos así sucede con un 42%.
No son pocas las voces acreditadas que en los últimos tiempos han puesto el foco de atención sobre la necesidad de abordar esta problemática (de especial interés la lectura de Mantener o Transformar (Gestión inteligente de vacantes en el empleo público del futuro) de Rafael Jiménez Asensio y Mikel Gorriti. Parte de estas resistencias está en el temor a que las nuevas tecnologías conlleven una desaparición de empleo como consecuencia de la utilización de las técnicas de Inteligencia Artificial (sobre las posibilidades en la administración pública 5 ejemplos de Inteligencia Artificial (IA) en la administración pública). El tema no es menor. Pero, en mi opinión, este temor responde al desconocimiento y a las resistencias al cambio. Para superarlo, debemos actuar sobre los procesos de selección y provisión de puestos, sobre la definición de las plazas y puestos, de funciones y tareas, pero sobre todo en la gestión del cambio para valorar adecuadamente el nuevo escenario en el que nos movemos y sobre esto hemos hablado en las FICAL2018, en un Workshop Internacional en el que se han debatido los temas de máxima actualidad con la FECAM .
- ¿Destrucción de empleo público?
Coincido con quienes creen que la cifra del 47% en destrucción de empleo como consecuencia de la automatización (Osborne y Frey 2017) son quizás un poco excesivas, pero no cabe duda que este proceso sí tendrá impacto en el empleo en general, y también en el empleo público, en particular. Según Hidalgo (en su recomendable libro “El empleo del futuro”), la probabilidad de automatización en las Administraciones Públicas alcanzaría un 44,8%. Algunos puestos son susceptibles de automatizarse y se automatizarán, pero en la mayoría de los casos, serán algunas de las tareas que desempeñamos las que serán objeto de automatización. Pensemos, por ejemplo, en las actuaciones administrativas automatizadas reconocidas en la Ley 40/2015 y la utilización del sello de órgano para “complementar” el desempeño de tareas de los Secretarios de Ayuntamientos. Complementariedad, no sustitución.
Con NAO, uno de los robots que están ya «trabajando» con las AAPP, en las FICAL2018
Porque algunos puestos se sustituirán como consecuencia de la automatización, de la Inteligencia Artificial, o de los procesos de gestión masiva de datos, como queramos denominarlos, pero la mayoría se complementarán. En esa disyuntiva, sustitución o complementariedad, las que no podrán ser automatizadas son las Soft Skills, el gran aporte de los empleados públicos, de hecho la caracterización de las tareas como rutinarias o vinculadas a la inteligencia, fuerza física o habilidades sociales y su peso relativo, serán las que determinarán la probabilidad de automatización de nuestras tareas.
El ordenamiento jurídico no supone ningún problema. Al contrario. El nuevo marco normativo debería utilizarse como palanca para provocar el cambio, para diseñar el empleo público del futuro y, en consecuencia, las nuevas incorporaciones. El envejecimiento de las plantillas que traerá consigo las jubilaciones masivas en los próximos 10 años y el cambio tecnológico deben percibirse como una oportunidad para asumir los retos a los que nos enfrentamos. Y el verdadero reto es la generación de valor público. La adecuada combinación de aptitudes, conocimientos, destrezas y personalidad de los empleados públicos no podrá ser sustituida por IA.
Para ello es necesario abordar ya procesos integrales a futuro, sin olvidarnos del día a día con los efectivos actuales, debemos ofrecer formación en las nuevas habilidades, reciclar a los empleados públicos para su “reutilización”, y adoptar valientes decisiones organizativas. La gestión de recursos humanos suele ser poco gratificante en el ámbito político, una persona me dijo hace ya muchos años “que no daba votos, sólo podía quitarlos” (quién dijo que la gestión del cambio fuera fácil, sobre éso La teoría de las tres «P» en la gestión del cambio ), puede que sea así, pero no es una excusa, la vocación de servicio público debe llevarnos a buscar el mejor servicio público, aunque, en ocasiones, las decisiones no nos den votos.
- ¿Qué futuro nos espera?
Responder a esta pregunta exige un cierto ejercicio de funambulismo pues en estos tiempos resulta muy difícil realizar cualquier predicción, pero para intentar tener ciertas certezas, lo que debemos hacer es formular las preguntas adecuadas y siguiendo a Mikel Gorriti, éstas serían:
- ¿Qué necesito crear?
- ¿Qué necesito rediseñar?
- ¿Qué necesito no reponer?
Auxiliares, administrativos, notificadores, conserjes, la revisión de los procesos y su automatización hará que desaparezcan estas necesidades de personal, porque las tareas que desempeñan ya no aplican en el nuevo modelo de administración. Otros ya desaparecieron en su día, pensemos en las personas que desempeñaban el puesto de telefonistas. Pero también determinados ámbitos más cualificados, como contabilidad y auditoría. Probablemente el proceso sea mucho más lento de lo que se augura, en el caso de la administración no cabe duda. Se mueve a una velocidad diferente, como ese gran dinosaurio que se niega a evolucionar. Cerca, muy cerca, tenemos ya ejemplos, como Lola, el robot funcionario de Portugal.
El miedo es razonable, pero no puede paralizarnos. Manuel Hidalgo en la obra citada nos recuerda, con acierto, cómo un agricultor de principios del SXX se vería amenazado por los cambios tecnológicos y habría tenido unas expectativas de futuro muy pesimistas y negativas. El tiempo no le dió la razón. Y, en mi opinión, aquéllos que hoy piensen lo mismo están igualmente equivocados. El valor que genera el empleado público no será sustituido por la IA, esta técnica serán una aliada para complementar y mejorar el desempeño de nuestras funcionarios, por ello deberíamos empezar a pensar en sumarnos al cambio antes de que el cambio nos convierta en sustituibles.