Quiero un coche, o, ¿por qué no? un apartamento en Torremolinos. Me gusta intentar seguir la actualidad y últimamente, en el ámbito político, parece que vivimos en una tómbola sin fin, en un concurso en el que puedes obtener todo tipo de bienes, recordando el famoso concurso de Chicho Ibáñez Serrador, Un, Dos Tres. Pisos, agua, supermercados, avales hipotecarios, bonos de interrail, son solo algunos de los posibles premios del sorteo electoral, si hasta nos han prometido silencio administrativo positivo. Efectivamente, frente a tanto ruido haría falta un poco de silencio, pero no administrativo, sino silencio de verdad.
Y es que no es sólo el desgaste de vivir en una permanente campaña o la precampaña electoral. No, es la infantilización con la que nos tratan a la ciudadanía, todos, los de un lado y los del otro, de la escalada de promesas; algunas necesarias, otras puro artificio, que al día siguiente de las elecciones habrán quedado en olvido, para pasar a analizar resultados, ver posibles alianzas y a otra cosa. Como si solo cada 4 años tengamos derecho a saber, a conocer, qué hacen y qué quieren hacer nuestros gobernantes y posibles gobernantes.
Porque esta carrera sin fin de promesas demuestra que no llevamos a cabo una planificación ordenada de políticas públicas. Que no se realizan diagnósticos serios y rigurosos de lo que importa a la ciudadanía, sanidad, educación, bienestar, protección social, la economía, no, de repente salta un tema y copa la actualidad. Un ejemplo, ahora toca hablar del agua y se habla del agua. No digo que no sea necesario, al contrario, lo que se echa de menos es una gestión planificada y ordenada de los recursos naturales, entre ellos, los hídricos. Hoy está de moda y ¿mañana? El problema seguirá ahí, pero quizás no venda tanto.
No planificamos las políticas públicas, salvo honrosas excepciones, y por eso, después se actúa así, a golpe de actualidad, del tema que se convierte en trending topic y que se visibiliza en todo tipo de funambulismos de nuestros candidatos, sólo por un puñado de votos. Lo mismo sucede con la rendición de cuentas, o con la falta de rendición de cuentas. En los últimos meses, en algún mitin, conferencia o incluso conferencia de prensa, vemos el balance de gobierno, de los cuatro años de gestión, pero con carácter general, no llegamos a saber qué se ha hecho, cómo se ha hecho y el impacto que ha tenido. ¿Qué fue de las promesas electorales del 2019?. Como decía la canción «Promesas que no valen nada…»
Basta de promesas vacías en muchos casos. Es necesario cambiar el rumbo de una gestión pública tan fuertemente tensionada por los ciclos electorales. Por supuesto, soy realista y un proceso electoral en marcha influye, y en especial, en los últimos meses del mandato, en las decisiones que se toman y en las propuestas de futuro, para ver si cogemos una papeleta u otra. Pero eso no debe ser más que una anécdota. La gestión pública debe estar marcada por un proceso ordenado, de planificación de políticas, ejecución, evaluación y rendición de cuentas. Quizás esto no de votos, pero mejora la calidad de nuestras instituciones y, en consecuencia, la ejecución de las políticas públicas, en vivienda, transporte, mercado. «En lugar de jugar a la lotería electoral, apostemos por una política madura para una sociedad madura».
NOTA: Una versión de esta entrada fue publicada en el Diario de Pontevedra, fecha 12/05/2023