80 €. Ese es el coste de presentar una solicitud en persona ante la administración pública. Así lo afirma el Método de medición de costes estándar, según el cual la presentación en formato electrónico de un documento ante la administración tiene, en cambio, un coste de 5 €, es decir, conlleva un ahorro de 75 €. Sin embargo, todavía hoy, en pleno S XXI, no es posible realizar siempre trámites electrónicos, por problemas de conectividad, falta de competencias o brecha digital. La transformación digital es, sin duda, una de las reformas pendientes de la administración, pero no es la única.
A este tema, las reformas que la administración del S XXI necesita, hemos dedicado un documento del Foro Económico de Galicia, con un conjunto de propuestas que permitan avanzar hacia la administración que la sociedad y el tejido empresarial necesitan y en el que recojo las referencias al trabajo que hicimos en el Grupo de Grupo de análisis y propuesta de reformas en la Administración Pública 13 propuestas para reformar la Administración General del Estado. Porque, en estos momentos, desde la mera presentación de una solicitud o la necesidad de comunicar datos, hasta un variopinto elenco de trámites con la administración, constituyen una auténtica carrera de obstáculos.
De ahí que las reformas propuestas se centren en tres ejes: las instituciones, los procesos y las personas.
1.- Las instituciones
Su papel en el conjunto de la actividad económica y en la vida de las personas tiene una gran dimensión. Para comprobarlo, un dato. El gasto total de las administraciones públicas alcanzó en 2020 la cifra de 576.489 millones de euros, un 51,5 % del PIB. Pero su influencia no se limita al gasto, la intervención mediante las actividades de regulación y supervisión completan el dibujo de una administración omnipresente en la vida de la ciudadanía.
2.- Los procesos
La riqueza institucional de contar con tres niveles de administración territorial, Estado, Comunidad Autónoma y Ayuntamientos, en muchos casos, genera considerables capas de burocracia y duplicidades ante la falta de coordinación interadministrativa, que añaden serias dificultades para la otra parte contratante, es decir, ciudadanía, empresa y actores sociales, en clara posición de desventaja, ante el monopolio que ejerce la administración.
3.- Las personas
¿Quién debe contribuir a este cambio? Los poderes públicos tienen un importante rol, pero no hay que olvidar a las personas que están dentro de la administración, las que pueden gestionar el cambio desde dentro. Seguimos seleccionando (y gestionando) al personal de las administraciones públicas con los mismos métodos que, prácticamente, desde inicios del S XX. No puede ser. La selección basada únicamente en conocimientos memorísticos, sin evaluar capacidades, sin tener en cuenta las competencias digitales, ni las soft skills, que ayudarán a gestionar la incertidumbre, dificulta contar con el talento necesario para asumir los desafíos a los que nos enfrentamos.
No nos engañemos. La administración vive un proceso continuo (e interminable) de modernización desde mediados del S XX, cual día de la marmota eterno. Pero no parece que ni la ciudadanía ni el sector empresarial tengan la percepción de que las relaciones con la administración sean más sencillas hoy que hace 20 años. Ni siquiera con la tan citada transformación digital, uno de los ejes del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. De hecho, la reforma de la administración es una de las políticas palanca, porque el sector público debe ser una de las palancas fundamentales para relanzar el crecimiento económico, la reducción de la desigualdad, o el aumento de la productividad.
La mala burocracia es como la mala hierba. Eliminas un trámite y aparecen 5. Se alimenta de la inseguridad, el desconocimiento y de las rutinas resistentes a cualquier cambio. Hay consenso en el diagnóstico de que la administración necesita reformas urgentes, incluso diría que también hay consenso en la definición de la solución, pero ¿qué hacen los poderes públicos frente a esta realidad? Aprueban una ley (muchas, en realidad), como si las leyes hiciesen milagros. Falta la decisión, la acción y la ejecución, y después, la evaluación, pieza fundamental en todo proceso de calidad. Es necesario un cambio de verdad, no el que lleva anunciándose más de 50 años, un cambio perpetuo, en el que nada cambia, al más puro estilo Lampedusa.
NOTA: Una versión de esta entrada fue publicada en Faro de Vigo.
Puedes consultar el documento íntegro del Foro Económico de Galicia en el siguiente enlace.