¿Has oído hablar del gato de Schrödinger? Hay conceptos que, aunque nacen lejos de la gestión pública, encajan como un guante para describirla. Uno de ellos es el famoso experimento mental del físico austríaco Erwin Schrödinger, quien propuso la imagen de un gato encerrado en una caja con un mecanismo que podría matarlo o dejarlo con vida dependiendo del azar cuántico. La clave del experimento es que, hasta que alguien abra la caja, el gato está simultáneamente vivo y muerto, en un estado de incertidumbre radical.
Ahora, pensemos en la reforma de la administración pública. Desde hace décadas, políticos, responsables públicos, expertos y hasta organismos internacionales claman por la necesidad de modernizar, transformar, reinventar nuestras instituciones (soy consciente de ello, pues yo misma he formado parte de diferentes grupos de trabajo que tenían por objeto la reforma de la administración pública y hemos realizado las correspondientes propuestas, como puedes leer aquí y he hablado sobre ello aquí). La reforma administrativa ha sido el mantra que recorre discursos, leyes, planes estratégicos desde hace décadas, y sin embargo, ¿realmente ha ocurrido? ¿Es la administración actual el resultado de esas reformas o seguimos atrapados en un ciclo de promesas? En otras palabras: ¿la reforma está viva o está muerta?
Un eterno retorno: la promesa constante de reformar
Nada nuevo bajo el sol. Desde los albores del siglo XX, pasando por la burocracia weberiana, la Nueva Gestión Pública en los años 80 y 90, los modelos de calidad total, el e-gobierno, la administración digital, y ahora la inteligencia artificial, la reforma siempre ha estado en el centro del debate. No olvidemos que una de las política palanca del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia es precisamente conseguir una Administración del S XXI. Cada generación de gestores públicos ha tenido su «gran momento» reformista: los gobiernos electrónicos, la simplificación administrativa, la rendición de cuentas, la transparencia, la administración abierta… Pero, pese al ruido, el fondo sigue pareciendo el mismo: estructuras rígidas, trámites complejos, falta de agilidad, y una ciudadanía que percibe que poco cambia.
La administración del S XXI : reformada y no reformada al mismo tiempo
Aquí es donde la metáfora del gato de Schrödinger se vuelve reveladora. La reforma de la administración pública existe en un estado de superposición: está y no está, se siente pero no se concreta del todo. Los discursos son reformistas, las intenciones son nobles, pero al abrir la caja (al analizar el impacto real), descubrimos que el cambio profundo se resiste (como contamos aquí). ¿Por qué? Porque muchas veces la reforma es más un acto de fe que una realidad medible. Porque se presenta como un fin, cuando debería ser un proceso continuo. Porque se basa más en anunciar que en transformar. La reforma vive en los planes, pero no siempre en la práctica.
¿Quién abre la caja? El papel del observador
En la física cuántica, el observador es quien define la realidad del sistema. En la administración pública, también necesitamos observadores, pero no meramente pasivos, sino agentes que desafíen la inercia, demostrando que, efectivamente, las políticas de gobierno abierto son algo más que teoría ¿quiénes deben ser los observadores?.
- Los ciudadanos, que reclaman servicios mejores, más accesibles y rápidos.
- Los empleados públicos, que desean herramientas y entornos adecuados para cumplir su función con eficacia.
- Los líderes públicos, que deben comprometerse más allá del titular y asumir que reformar implica riesgo, esfuerzo y continuidad.
Sin estos observadores activos, la reforma seguirá en su caja cerrada, en ese estado ambiguo de ser y no ser.
Romper la paradoja: hacia una reforma con vida propia
¿Cómo salir de este bucle cuántico? La clave está en asumir la reforma como una realidad posible y verificable, no como una narrativa, con indicadores que permitan comprobar si se ha pasado a la acción (como suelo decir, que se ha pasado del thinking al doing . Algunas ideas para ello:
- Diagnóstico honesto: saber desde dónde partimos realmente, sin autoengaños.
- Metas realistas: mejor reformas pequeñas pero efectivas, que grandes promesas incumplidas.
- Medición constante: no basta con declarar la reforma, hay que demostrar su impacto en la vida de las personas.
- Gestión adaptativa: aceptar que la administración evoluciona, que la reforma no es un proyecto finito, sino un flujo constante de mejora.
- Alianzas abiertas: escuchar a la sociedad, co-crear soluciones, sumar voces diversas.
Conclusión: abrir la caja, asumir el riesgo
La paradoja del gato de Schrödinger nos recuerda que no podemos vivir eternamente en la incertidumbre. En algún momento, hay que abrir la caja. En la administración pública, eso significa atreverse a evaluar, a cambiar, a persistir, incluso cuando el sistema parezca resistente, ser honestos y reconocer que la reforma de la administración necesita que le inyecten un poco de vida.
La reforma puede estar viva, si decidimos dejar de hablar de ella y empezamos a hacerla visible. Pero para ello, necesitamos valentía, liderazgo y una dosis de inconformismo. Porque el mayor riesgo no es que la reforma muera, sino que nunca llegue a nacer….