«Burocracia o Libertad»

Hace poco participaba en una ponencia en ADEIT en que la que hacía alusión a la magnífica distinción entre burocracia buena y burocracia mala, distinción aportada por Carles Ramió, cuando utiliza el símil la de la burocracia como el colesterol, que lo hay bueno y lo hay malo. Esta distinción es muy importante pues hay que tener cuidado de que en la lucha contra la burocracia (mala) no desaparezcan las garantías que todo ciudadano debe tener frente la administración gracias a la burocracia (buena).

Porque para la ciudadanía la burocracia debe (debería) ser una doble garantía, interna y externa. Interna, para que nadie se pueda saltar el procedimiento, para que  haya control del gasto, de la eficiencia, de eficacia, pero también de los plazos. Y externa, para que no puedan negar nuestros derechos y si lo hacen existan vías para corregir. Porque sin procedimientos (burocracia) no podríamos exigir nuestros derechos, a un servicio público, a recibir una subvención, a obtener la autorización para la apertura de nuestro negocio, a exigir transparencia y rendición de cuentas. Derecho a formar parte de ese Estado social y democrático de derecho que remueve (o al menos debe remover)  los obstáculos para que exista una igualdad real y efectiva.

Si buscamos las raíces etimológicas, la  palabra burocracia procede del francés “bureaucratie”, de la suma de bureau (oficina, escritorio) y cratie (de cracia, poder), es decir, el poder de los escritorios. Y es así, al final, las personas que están en la administración.

La RAE nos ofrece diferentes acepciones del término burocracia, que podemos segmentar en “burocracia buena”, que correspondería con los significados 1 y 2 y la “burocracia mala”, que correspondería con los significados 3 y 4 (absolutamente demoledores):

  1. f. Organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios.
  2. f. Conjunto de los servidores públicos.
  3. f. Influencia excesiva de los funcionarios en los asuntos públicos.
  4. f. Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas.

Esa burocracia mala que, además, genera desigualdades, porque no es lo mismo intentar emprender en un ayuntamiento que en otro, en una Comunidad Autónoma o en otra; la burocracia mala que sirve para exigir con rigidez el cumplimiento de los plazos a la ciudadanía pero que incumple los suyos, hasta tal punto que se ha inventado una resolución “fake”, resuelto por silencio administrativo. No sólo incumple, sino que hemos dado carta de naturaleza al incumplimiento de las normas que con tanta diligencia exigimos cumplir a la ciudadanía. Porque los procesos los complican las personas, los burócratas (malos) que exigen sin base legal documentos, firmas, diligencias y trámites innecesarios. Burocracia mala que ensancha la brecha entre sociedad y administración, que ahonda en la pérdida de credibilidad de las instituciones públicas y genera esa desafección que tanto daño hace a la democracia.

Si hiciéramos una encuesta a las personas usuarias de las administraciones públicas nos encontraríamos con que demasiadas identificarían el término burocracia con el «poder de los funcionarios», de los burócratas, con la burocracia mala, que sería la contraposición a libertad. Libertad entendida como liberación de la “esclavitud” de la burocracia, de la excesiva (y perniciosa) influencia de los funcionarios en los asuntos públicos, que abre paso a la arbitrariedad, a la persistencia de cargas administrativas que no aportan valor, y que incluso abre una grieta a la corrupción, para poder «agilizar» los trámites, a las corruptelas de amigos, familiares y conocidos. Porque las personas no tienen la opción de no acudir a la administración, de elegir otra (otro banco, otra tienda), no hay libre mercado, porque las personas que necesitan algo de la administración están obligadas a acudir a la administración, porque la gestión pública es un monopolio, y en pleno SXXI, y aunque nos guste pensar en administraciones abiertas y que rinden cuentas, todavía sigue estando en una posición de poder. 

Por eso creo que hay que reivindicar el papel de la burocracia, de la buena, de la que garantiza derechos y respeta procedimientos, de la que hace posibles servicios públicos de calidad, la generación de riqueza, la burocracia que apoya a las persosa. Y luchar contra la burocracia mala, contra la arbitraria, a la que ni tan siquiera la administración electrónica ha conseguido desbancar de su posición. Por eso creo que hay que distinguir y poner en valor la burocracia que permite mejorar la vida de las personas, porque no existe la dicotomía entre burocracia y libertad, no cuando hablamos de burocracia buena. Esa burocracia que se identifica con la buena administración y que, hoy más que nunca, necesitamos.